El camino a la aceptación

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Vanessa Williams

Es aterrador imaginarse estar constantemente preocupado por encontrar un trabajo donde seas aceptado, sin importar tu aspecto, y en el que no te miren con prejuicios. La ansiedad de enfrentarse a diario al riesgo de escuchar insultos y menosprecios solo por ser “diferente” es desgarradora. Aunque la diversidad es una realidad innegable, todos compartimos elementos que nos conectan, como el hecho de ser humanos que sienten, aman, lloran y dudan.

Nelson Mandela, una de las figuras más importantes de la historia, dijo una vez: "Nunca debería ocurrir que esta tierra hermosa experimente la opresión de una persona por otra". Como expresidente de Sudáfrica y defensor incansable de la paz y la libertad, Mandela dedicó su vida a combatir la discriminación en todas sus formas.

Sin embargo, aún hay quienes repiten los mismos errores que sus ancestros cometieron. ¿Por qué existe tanto odio en este mundo? ¿Por qué hay personas que se sienten superiores a los demás? Me repito constantemente que un poco de esfuerzo y educación podrían resolver estos problemas, aunque el mundo es más complejo que eso.

Desde pequeña, noté cómo algunos compañeros trataban a otros de manera brusca e incluso los menospreciaban directamente. Esta actitud se ha vuelto tan común que algunos la han normalizado, como si fuera aceptable menospreciar a alguien por su tono de piel o sus raíces. Yo misma fui testigo de cómo se criticaba a otros por su color de piel y cómo a veces se excluía a las personas sin justificación, cuando la verdadera causa de esa actitud era la intolerancia.

Recuerdo el caso de una amiga de secundaria a quien aprecio mucho. Pasar tiempo con ella me hizo darme cuenta de las terribles situaciones que vivía. Recibía comentarios maliciosos de compañeros y hasta de amigos sobre su ascendencia afroamericana y su personalidad fuerte. Estas "bromas" se intensificaron cuando ella dejó de prestarles atención, y lo que muchos no sabían era que sufría en silencio a causa de esas experiencias horribles, simplemente por ser parte de la comunidad afrodescendiente.

Con el tiempo, mi amiga siguió adelante con su vida. No podía permitirse quedarse atrapada en esa pequeña jaula que los demás querían imponerle por temor o repudio a lo diferente. Lo que no pudieron controlar fue que ella, quien antes dudaba de sí misma, pronto se dio cuenta de que lo único malo era la actitud de esas personas.

Esa joven, que solía tener dudas y miedos, finalmente aprendió a amarse a sí misma y a entender que pertenecer a una comunidad tan maravillosa no era un error, sino una de las mejores experiencias que pudo haber tenido.

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